Tras una inútil noche en tránsito sanguíneo
—la temblorosa piel—
—el quejido mínimo—
oficio el cándido ritual de abrir sobres a mordiscos.
Desde una atmósfera intensa,
cartas que hablan de lejanos países
me seducen, me vencen.
—¡Vuelve hijo mío!—
firma mi madre.
En un arrebato
retomo las infusiones medicantes
la dieta del ajo
la abstinencia…
pero es inútil;
mis sendos colmillos muerden
una y otra vez mi destino:
velar sueños ajenos es mi condena.